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Scherzo, 01. November 2011
Musicalmente, sin rayar a gran altura, la versión es digna.
En general, las voces quedan cortas pero cumplen con el debido empeño. Brilla el cora y tiene buen timbre la orquesta, conducida con brio y sentido de la narración. Dejo para el final la exepción: la soprano Naglestad, que resulta superlativa. Su voz es clara, pastosa, generosa de registros, en especial en el agudo, y la maneja con dominio de volúmenes, musicalidad, lirismo y una rica variedad de intenciones, que van desde el arrobamiento a la desesperación, desde la obstinada femineidad redentora a la calurosa femineidad apasionada.
Blas Matamore