Opern

El Mundo, 08. April 2014
El oro de Lohengrin

El público del Teatro Real no acostumbra a ponerse de pie. O lo hace en realidad para levantarse y marcharse, así es que el maestro Harmut Haenchen tiene razones para sentirse agasajado en las funciones de "Lohengrin" organizadas en Madrid.

Se alzaron muchos espectadores de sus butacas en el trance de los saludos, viniéndose a reconocer su criterio musical como mediador de la ópera wagneriana y como responsable de una versión sensible y corpulenta a la vez.
No es sencilla esta ópera, fundamentalmente porque existe la tentación de sobreactuar o de amanerarse. Más aún cuando el verdadero prodigio wagneriano radica en manifestar desde la oscuridad del foso el misterio de la emancipación del sonido.
Es una interesante teoría del maestro Christian Thielemann, según la cual y según el cual Wagner consigue en "Lohengrin" que nos arrobemos con la experiencia musical sin reparar el modo técnico o funcional en que se produce realmente el sonido.
Se entiende así la importancia que reviste la creación de una atmósfera, de un hábitat, amalgamándose los instrumentos, pero diferenciándolos también, más aún asumiendo que Wagner los utiliza para definir a sus personajes. Los metales predisponen al rey tanto como las maderas y las cuerdas graves "ambientan" a la pareja maléfica de Ortrud y Telramund, mientras que los violines se multiplican par envolver a Lohengrin.

Se ocupó de llevarlo a escena Michael König y lo hizo con refinamiento, fraseo elegante y autoridad en los agudos. Fue el suyo un Lohengrin más lírico que heroico. Y, por la misma razón, más expuesto al contraste con la voracidad vocal de Dolora Zajick, cuya personalidad y credibilidad subordinan los criterios metrosexuales con que la ópera contemporánea confunden los teatros con las pasarelas.

Impresiona la cantante americana y resalta aún más su envergadura vocal respecto a la Elsa pusilánime y distinguida de Anne Schwanewilms, depositaria de unas ovaciones resonaron tanto como las que se mereció el coro en una velada musicalmente imponente.
Musicalmente imponente y escénicamente discutible...
Ruben Amon
El Mundo, 04. April 2014
...Lohengrin es el primer estreno de la época post-Mortier, tras el fallecimiento del que fuese director artístico del Teatro Real el pasado 9 de marzo. Aunque sin llegar al furor que despertó el anterior estreno wagneriano, el Tristán e Isolda de Peter Sellars y Bill Viola, en el coliseo madrileño (los claros en la sala dejaban ver que no se vendió todo el papel), el montaje cosechó el aplauso general. Más concretamente, el público del estreno apreció el trabajo del coro y del director musical, Hartmut Haenchen, que fue vitoreado antes de comenzar el tercer acto, para mayor regocijo del alemán.
...Un contexto que el propio Haenchen resume así en el texto del programa: «Con Lohengrin, Wagner se situó en la cima de la creación poética, en la que estaba en situación de relacionar los mitos con la vida real. Para Wagner, es éste el material más triste de todas sus obras, que esbozó, como narra Cósima en sus diarios, en la ‘estrechez y miseria’ de la casa de campo de Graupa, junto a Dresde».
Darío Prieto