abc, 16. Januar 2012
abc, 16.1.2011
El programa de este fin de semana de la OBC tenía como principal atractivo un puñado de «Lieder» de Richard Strauss, así como la escena final de su ópera «Salome». Pero el menú musical también anunciaba una de las últimas sinfonías de Mozart, la «39, en Mi bemol, K. 543», una pieza de madurez llena de sorprendentes novedades sonoras que el conjunto catalán asumió con absoluto dominio.
La OBC, ya sin su Festival Mozart, sigue sin embargo ganando enteros en el ámbito clásico bajo la batuta titular de Pablo González, consiguiendo en esta ocasión un sonido equilibrado y muy propio del estilo galante gracias al trabajo, frío pero bien expuesto, de Hartmut Haenchen desde el podio. La segunda parte estuvo consagrada a Strauss, primero con tres «Lieder» orquestales muy bien asimilados por el conjunto, compartiendo protagonismo con una Angela Denoke que demostró conocerlos y quererlos, sabiendo cómo hacerlos brillar con sus medios. Su emisión, de escasa potencia ante el vendaval straussiano y de armónicos justos, se vio resentida en varias ocasiones no solo por el volumen orquestal, sino también por la ya conocida acústica de la sala.
Su particular estilo en el fraseo, atacando los agudos con exceso de apoyaturas y mirando a grandes como la Janowitz, no siempre le ayudó, tal y como se puso de manifiesto en la exigente escena final de «Salome», aunque sí le dio resultados en, por ejemplo, «Caecilia», cantado con fuerza y energía. Haenchen le ayudó en todo momento, especialmente en la impresionante página que pone fin a una de las óperas más interesantes de Strauss, pero a pesar de ello Denoke, siempre expresiva y eficaz desde el punto de vista dramático, no llegó bien a los sobreagudos, su punto débil más que evidente. Pero cinco notas caladas no restan enteros a una actuación inteligente, ya que la cantante sabe comunicar en un terreno de extrema dificultad como este.
Lo mejor de la velada, al fin y al cabo, no fue la visita de la soprano, sino una OBC de brillante sonoridad.